Título del sitio

Por: Emiliano Nales

Hay días que uno no olvida, y el mío fue una tarde de 2016, en el Estadio Azteca, tenía apenas unos años menos, pero la emoción de aquel momento sigue tan viva como si hubiera pasado ayer. América jugaba contra el Necaxa y yo terminé siendo parte (aunque mínima) de la historia del partido donde fui el encargado de darle el balón a Oribe Peralta antes del silbatazo inicial.

Todo comenzó con un volado

Yo no era el único que quería estar ahí, eramos varios niños que estábamos ilusionados con entrar a la cancha, pero solo uno podía entregar el balón. Me tocó hacer un volado contra otro niño que estaba tan nervioso como yo, cara o cruz, me tocó a mí. A veces la suerte se pone del lado correcto.

El contexto del partido

Aquel duelo entre el Club América y Necaxa se jugó el 5 de noviembre de 2016, correspondiente a la jornada 16 del Apertura. Fue un partido importante porque América aún peleaba por la clasificación a liguilla, y Necaxa, recién ascendido, estaba dando de qué hablar con buenos resultados.

Lo que vino después

Después de entregar el balón, regresé con mis papás a las gradas. Esa noche, al llegar a casa, dormí con la camiseta puesta. Todavía tengo la foto con el fondo del Azteca y mi cara de nervios, justo antes de entrar al campo. No fue un gol, no fue una atajada, pero fue mi momento futbolero.

Un recuerdo para siempre

A veces me pregunto qué habrá pasado con el otro niño del volado. Tal vez también tenga su historia, o tal vez fue su primer gran derrota. Lo que sé es que, para mí, ese día cambió mi relación con el fútbol. No fue desde la tribuna ni desde la televisión. Fue desde el césped, junto a mis ídolos, aunque fuera por un instante.